7 de diciembre: Jueves de Oración por las Vocaciones

Por: Vocaciones Jesuitas Colombia
Diciembre 6, 2017
"Queridos amigos en el Señor, en esta fecha seguimos abordando el texto “Promover las vocaciones a la vida consagrada, prioridad pastoral inaplazable”. Que este texto nos aliente a cultivar nuestro ministerio vocacional para bien de la Iglesia y de la Compañía de Jesús. Dios nos bendiga a todos. "
"PARA NUESTRA REFLEXIÓN Y RENOVACIÓN
En la oración de la semana pasada miramos la “resistencias vitales” y las
“propuestas insuficientes” que a veces tenemos en nuestro ministerio vocacional. Ahora abordaremos el tema de “por qué la pastoral vocacional es una tarea inaplazable”.
II. POR QUÉ LA PASTORAL VOCACIONAL ES PRIORIDAD INAPLAZABLE
1.- Por el carácter esencialmente vocacional de toda vida cristiana
La mentalidad secular predominante no tiene conciencia de que los seres humanos seamos llamados por Dios a la vida ni hayamos recibido de él misión alguna. El concepto de vocación divina ha sido suplido por un concepto mutilado de autorrealización. Según este concepto alcanzar las metas planeadas por uno mismo y lograr el cumplimiento de los deseos y sueños proyectados es el horizonte de la vida humana (cfr. Dinbier pg. 44). La vida como servicio resulta culturalmente extraña. La satisfacción de sueños y deseos recae prácticamente en el hedonismo. La cultura de la autorrealización genera la idea de un ser humano sin vocación (cfr. NV n. 11).
Tal mentalidad y sensibilidad se ha deslizado en parte en la misma comunidad eclesial hasta el punto de asumir “un cristianismo de autorrealización” (G. Uribarri) que vierte el contenido del concepto cristiano de vocación en el molde de la autorrealización. Vocación y autorrealización significarían prácticamente lo mismo. Incluso ha hecho fortuna en algunos pliegues de la vida consagrada: el ideal del seguimiento de Jesús ha podido quedar un tanto contaminado por una concepción alicorta de realización de la persona.
El genuino mensaje cristiano contradice este reduccionismo secularizante. La vida cristiana, toda vida cristiana es fruto de una llamada, de una vocación. El Padre, Manantial Originario de vida y amor nos llama a dar vida haciéndonos cargo de la vida de nuestros hermanos. El Hijo nos llama a seguirle para ser y actuar como Él entregando la vida por nuestros semejantes. El Espíritu nos llama y consagra para la misión al servicio de los demás (cfr. PDV 35).
La primera convocada y llamada es la Iglesia, que lleva grabada su condición de tal en el nombre mismo que le asigna reiteradamente el Nuevo Testamento: “ek-klesía”, la convocada. La vocación de María, miembro singular y eminente de la comunidad eclesial es modelo de la perpetua vocación de la Iglesia: acoger y transmitir al Salvador.
La vocación de la Iglesia se refracta en un haz múltiple de vocaciones particulares que tienen su común raíz sacramental en el Bautismo y convergen, en su variedad y expresan, cada una con su acento propio, alguna o algunas de las dimensiones del rostro de Jesús y de la vocación de la Iglesia. La vocación se despliega en vocaciones. Presbiterado, vida consagrada, laicado, matrimonio, son vocaciones señaladamente diferentes y complementarias.
Cada creyente es portador de una vocación concreta, singular e intransferible. “Dios tiene para él un proyecto personal e irrepetible” (PDV 38 y 40). La Iglesia no engendra pues “cristianos en serie”. El Señor nos llama no solo a ser cristianos, sino a una particular forma de existencia cristiana.
No todos en la Iglesia admiten la afirmación precedente. Algunos sostienen que Dios nos llama a ser cristianos, pero no a una forma concreta de serlo. Dios es demasiado trascendente para inmiscuirse en esta elección, que es substancialmente nuestra. Él elige el fin, no los medios. Las formas de existencia cristianas pertenecen al orden de los medios. En consecuencia, si Dios no alberga una voluntad concreta sobre mi forma de vida concreta no estoy comprometido con él a la hora de elegirla o declinarla. Cambiarla por propia determinación no comporta ni un drama existencial ni una infidelidad. Nuestros trabajos pastorales para ayudar a los jóvenes a discernir el estado de vida al que Dios les llama son vacíos por faltos de fundamento.
Esta mentalidad no recoge adecuadamente la naturaleza teológica de la vocación ni puede compaginarse con los innumerables relatos bíblicos que la retratan. La vocación cristiana de cada uno no es genérica, sino específica y singular. Dios tiene una voluntad precisa sobre nosotros y esta voluntad, aunque solo se desvela del todo a lo largo de nuestra vida, se puede conocer mediante un adecuado discernimiento que detecte los signos inscritos en la personalidad, en la historia, en las inclinaciones del sujeto, en las necesidades sentidas del entorno (Hennaux pg. 49). Dios no juega a los dados con nuestro futuro, aunque pocas veces se revela fulminantemente. Ayudar a los jóvenes a discernir su vocación particular es una tarea llena de sentido y un servicio inestimable.
Para tu oración: ¿Qué piensas tú sobre la vivencia del cristianismo y de tu vocación centrados en el eje de la autorrealización o sobre el eje de la voluntad de Dios? ¿El reduccionismo secularizante que denuncia el autor está presente en tu forma de vivir tu vocación?
ORACIÓN DE LOS FIELES: En acción de gracias por la vocación
Demos gracias a Dios por habernos llamado al servicio de la Iglesia de estos tiempos.
- Dios creador del mundo, Tú decidiste que tu obra fuera perfeccionada por el trabajo incansable del hombre, concédenos manifestarnos fieles y atentos a las necesidades de nuestro tiempo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
- Tú que enviaste tu Palabra, para que fuera vida de todas las cosas y luz de las gentes; te damos gracias por el ministerio de tu Cristo, que actúa en nosotros y en el mundo de estos tiempos; te pedimos que lo sepamos ver en nosotros y en todo cuanto nos rodea. ROGUEMOS AL SEÑOR.
- Tú que has excitado en los corazones de las personas de nuestro tiempo el ansia de vivir en libertad y en verdad; enséñales el camino para encontrar a Cristo, en quien se completa y perfecciona la historia humana. ROGUEMOS AL SEÑOR.
- Tú que hablas al corazón de quienes te buscan en tinieblas; concédenos entablar con ellos un diálogo fraternal y reconocer tu voz también en sus voces. ROGUEMOS AL SEÑOR.
- Tú que riges nuestras acciones por medio del Espíritu, que conduce a la Santa Iglesia; seas bendito por habernos llamado a ser hoy colaboradores de los Obispos, sacerdotes y seglares de tu pueblo santo y haz que nos entreguemos con ellos al servicio de tu Reino. ROGUEMOS AL SEÑOR.
- Señor que concedes al género humano la gracia y la verdad por Jesucristo; haznos vivir de tal forma el misterio de la Encarnación, que resplandezcan en el mundo de nuestro tiempo, la fe, la esperanza y la caridad, que tú nos has comunicado. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor, Amén.
ORACIÓN FINAL
Señor, Dios nuestro: tú fortaleces la caridad fraterna entre nosotros, en la Cena eucarística; concédenos ser para nuestros hermanos “amigos en el Señor” como nuestros Santos y Beatos fueron testigos de tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.