Abril 9, 2017: Apuntes del Evangelio

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Por: Luis Javier Palacio S. J.

Mateo 26:27-66, domingo, abril 9 de 2017

En general toda la vida de Jesús nos presenta un desafío, no tanto para la inteligencia como para la voluntad. Desear vivir como Jesús y pedir a Dios fuerzas para ello supone un espíritu de conversión permanente. Pero hay momentos de su vida que condensan de manera especial lo novedoso de su vida y esos son los que tienen que ver con sus últimos días que solemos simplificar en su última semana en Jerusalén. Aquí se ubica Judas, la última cena y su relación con la Eucaristía, Getsemaní como oración especial, negación de Pedro, prendimiento de Jesús, juicio en el Sanedrín, juicio ante Pilato, crucifixión y sepultura. Vale anotar que aunque cualquiera de estos temas inspira escritos, obras de arte, espiritualidades, principios teológicos, para el creyente toda la vida de Jesús es salvífica de manera que no es posible sobre enfatizar ninguno de ellos con detrimento de los demás. Además, cada uno de ellos nos remite a la vida toda de Jesús. Por lo anterior no es motivo de preocupación que los evangelistas no coincidan en el orden de los eventos de la semana de pasión pues no se trata de una crónica sino de teología. Todos coinciden en ubicar los hechos en la celebración judía de la Pascua que era una fiesta nacional pero celebrada en familia para recordar el Exodo. Juan es el único que ubica la cena antes de la Pascua para que coincida la crucifixión con el degüello de los corderos. El desenlace final como inducido por la entrega de Judas al precio de 30 monedas es como una repetición, en la realidad, de la ambición y la traición denunciadas en las parábolas. Tiene un paralelo en José vendido a los ismaelitas por sus hermanos (Gn 37:28). Su nombre Judas que es la transcripción griega de judío se ha tomado como argumento de antisemitismo, hoy inaceptable. No aceptar adorar otros dioses fuera de Yahvéh, la circuncisión interpretada como mutilación, el descanso sabático en vez de las fiestas nacionales, las normas dietéticas inmodificables han hecho de los judíos seres particulares en todas las culturas y tiempos. Judas, como el décimo tercer invitado ha llevado al mal agüero del número 13. En Mateo la última cena es la prefiguración del banquete mesiánico del fin de los tiempos «no beberé más de este producto de la vid hasta aquel día en que lo beba con vosotros en el reino de mi Padre» algo que incluirán los cristianos en la Eucaristía. En la primitiva comunidad creyente la Eucaristía era el final de una comida (ágape) celebrada en casa, como aparece en la primera carta a los corintios; hacia el siglo II aparecen dos celebraciones dominicales con lectura de las Escrituras, oración, enseñanza (sermón) y comunión en la mañana y ágape en las tardes. Esto desaparece hacia el siglo IV. En la Edad Media aparece la Eucaristía como recuerdo también del sacrificio en la cruz, pasando la mesa eucarística a ser altar . Es Lucas quien registra la orden de Jesús «haced este en memoria mía» (Lc 22:19) que sugiere la Eucaristía como el principal sacramento que debe conservarse siempre. Por tradición se ha tenido la cena como celebrada en jueves, la crucifixión en viernes y a Jesús como el cordero pascual que sella el nuevo pacto. A esto se refiere el término de sacrificio incruento (sin sangre) y el cruento sería la cruz, fuera del Templo y la ciudad por lo cual hay un quiebre con el sistema ritual judío. Aunque el cordero pascual se comía en familia, se sacrificaba en el Templo con desangrado total como lo prescribe el judaísmo. Los discípulos cenan antes del sacrificio y no después como los judíos. Los creyentes compartirán pan y vino, dos de las siete comidas propias de la Pascua . El pez que aparece en los relatos de repartición de panes, era propio de Galilea y su lago por lo cual no era común en Jerusalén ni en la fiestas de Pascua que allí se celebraban.

Mateo registra en las palabras de Jesús en la cena «para el perdón de los pecados» para indicar que la muerte de Jesús no es una muerte ordinaria sino substitutiva o expiatoria como luego desarrollará ampliamente la teología, aunque siempre referida al único sacrificio de Jesús en la cruz. Las diferentes visiones se confrontan durante la Reforma hasta llegar al calvinismo que substituye la Eucaristía por el servicio de la predicación y la Palabra, así como el sacerdocio con el común de los fieles. En el siglo IV se celebraba en miércoles y viernes además del domingo. Luego del relato de la cena, empieza el momento de oscuridad o tinieblas como tradicionalmente se le ha llamado. La agonía en el huerto muestra dramáticamente el lado humano de Jesús (verdadero Dios y verdadero hombre afirma el concilio) cuando cae rostro en tierra en su oración. Lucas describe la oración de rodillas pero con dramatismo describe «su sudor era como gruesas gotas de sangre, que iban cayendo hasta la tierra» (Lc 22:44). Algunos Padres de la Iglesia tuvieron dificultades con esta escena pues hubieran deseado mayor confianza mostrada por Jesús en este momento final pero estos rasgos humanos de Jesús dan un valor especial al relato, como antes se dijo. Algunos, asociando la muerte física con el pecado, entendían el horror de Jesús a la muerte como horror al pecado, explicación bastante deficiente. Más bien nos toca decir que Jesús supera la muerte muriendo y que no muere a pesar de ser Dios sin precisamente porque lo era. Su victoria es la resurrección a la que llega por la muerte, no la muerte misma. Esto es algo que no podemos olvidar en la semana de Pasión. Mateo centra la entrega de Judas en un beso que contrasta con el beso de la paz o el ósculo santo usado por los creyentes en sus Eucaristías y saludos. La fuga de los discípulos no parece tener un sentido de cobardía sino de prudencia, pues el “revoltoso” era Jesús, tanto como el buscado. Mateo destaca el papel del Sanedrín en el juicio de Jesús con dos acusaciones de tipo religioso: que pretende destruir el Templo y blasfemia por pretender ser el mesías, un tema que recorre todos los evangelios, por ejemplo cuando cura al hombre paralítico en su camilla. El caso de Jesús era bastante débil pero igualmente presenta Mateo cierta verdad del dicho: “dos judíos, tres opiniones”. La blasfemia era castigada con apedreamiento mientras que la sedición contra Roma con la crucifixión. La acusación “rey de los judíos” era más política que religiosa pues no había teocracia para entonces. Hacerse “hijo de Dios” cuando Yahvéh era Padre de todo el pueblo y no de ningún individuo en particular, si era motivo para rasgarse las vestiduras por parte del Sumo Sacerdote. Pilato no está convencido de la peligrosidad supuesta de Jesús y el juicio, que no merece título de tal por no obedecer a los procedimientos prescritos, se vuelve un tunel kafkiano. Parece más bien una pelea de sectas judías. El silencio de Jesús lo vuelve aún más incomprensible y para nosotros los creyentes apenas empieza a dilucidarse teniendo en cuenta toda la vida de Jesús: hechos, enseñanzas, parábolas, curaciones y efecto en nuestras vidas.