Enero 24: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; conviértanse y crean en la Buena Nueva”

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Por: Antonio José Sarmiento Nova, S.J.

Lecturas

  1. Jonás 3: 1-10
  2. Salmo 24: 4-9
  3. 1 Corintios 7: 29-31
  4. Marcos 1: 14-20

El domingo anterior, el evangelio de Juan nos contó cómo Jesús entró en contacto con algunos de los que más tarde serían sus discípulos. En este domingo III volvemos al relato de Marcos, que será el predominante durante el ciclo B. En tres escenas, las dos últimas estrechamente relacionadas, nos cuenta la forma sorprendente en que empieza la actuación de Jesús, anunciando la Buena Noticia de Dios, principalmente dirigida a los más pobres y abandonados, e invitando a una nueva manera de vivir que, en lenguaje tradicional, conocemos como conversión[1].

Lo que propone y pide Jesús no es cualquier cosa. Buena Nueva no consiste en un mensaje piadoso, circunstancial, para espíritus timoratos, cumplidores de legislaciones religiosas. Jesús anuncia un nuevo orden de vida, una nueva lógica de la existencia, de corte claramente teologal, de la que él se experimenta como profeta y testigo dispuesto a vivir en totalidad todo lo que ella le demande: “Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Nueva de Dios”[2], como si ese hecho de ser Juan llevado a prisión despertase en él la conciencia de continuar su misión[3]. Viniendo a la cristología que parte de la humanidad de Jesús, y enfatiza su realidad y su contexto, el Padre Dios le habla a través de los acontecimientos de la vida, como a nosotros, con el consiguiente ejercicio   de discernimiento y de experiencia profundamente liberadora[4]. La coyuntura es la desaparición de Juan el Bautista y la necesidad de suplir el vacío que deja, continuando la invitación a convertirse y a llevar un nuevo modo de ser y de proceder.

Y lo segundo, definitivo para Jesús, es acceder a ese nuevo estilo que se llama conversión, dejarse tomar por Dios, cambiar la escala de valores, desplazarse del ego al tú y al nosotros, asumir que el prójimo es determinante, adoptar una actitud de libertad ante los bienes materiales y el dinero, comprometerse incondicionalmente con las causas de la justicia y de la dignidad humana, acogiendo plenamente a la voluntad del Padre.

Jesús marca un contraste con Juan en cuanto al lugar de su predicación y ministerio. El Bautista se situó en el desierto, y hasta allí llegó la gente para escucharlo, en tanto que Jesús se va a recorrer la provincia de Galilea, la cual en ese tiempo era una zona rica y fértil, aunque se trataba de una abundancia mal repartida, lo mismo que en todo el imperio romano. Se caracterizaban sus habitantes por no pasar entero las arrogancias de los judíos y de sus dirigentes religiosos, eran abiertamente contrarios al centralismo de la capital[5].

Los judíos de Jerusalén tenían mal concepto de los galileos, los consideraban revoltosos y disociadores. Un viejo dicho entre los judíos decía: “Si alguien quiere ser rico, que vaya a Galilea, si quiere ser sabio, que venga a Judea”, indicando con esto la muy conocida conciencia de superioridad y vanidad propia de fariseos, maestros de la ley y sacerdotes del templo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta”[6]. Jesús no va primero a Jerusalén y a su entorno, para aprender de los maestros religiosos y para beber de la tradición original del templo,  permanece en Galilea, recorre sus aldeas y caminos, comparte con sus gentes, vive sus costumbres, indicando que Dios sucede en los márgenes de la historia[7].

¿Qué dice Jesús a estas multitudes de pobres, necesitados de razones para la esperanza? Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Arrepiéntanse y crean en la Buena Noticia[8].

En este tiempo dominaba en algunos grupos religiosos la mentalidad apocalíptica, surgida de esa conciencia de que, al no resolverse los graves problemas y desgracias que ocurren en el mundo, a los que no se ven soluciones viables y próximas, no queda más alternativa que aguardar un mundo maravilloso, extraordinario, en el que todo el dolor y sufrimiento serán superados: el reino de Dios será esa nueva realidad de plenitud y paz. Buena parte del contenido de esa apocalíptica era fantasiosa,  fundamentalista, como esas predicaciones y retornos de lo religioso que siempre están sucediendo, con llamados a desconectarse de la realidad, del contexto social e histórico, para esperar la mágica irrupción de Dios[9].

También en nuestros días las nuevas realidades religiosas tienden a volverse muy populares, principalmente en los medios sociales pobres y maltratados por las carencias materiales y emocionales, río revuelto en el que pescan los  oportunistas convertidos en nuevos mesías, con su secuela de predicaciones terroríficas, enfatizando en los muchos pecados del pueblo y proponiendo una conversión angustiosa y enfermiza[10].

Jesús no cae en esta trampa, no se refiere a señales fuera de lo común ni a prodigios espectaculares, se limita a decir que está cerca el reino de Dios[11], como la gran indicación del nuevo tiempo que emerge, vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la Buena Noticia,  volver a Dios y mejorar la conducta, el modo de vida, cambiar de prioridades, descubrir la nueva y esperanzadora motivación de Dios, hacerse más humanos, más esenciales, más libres.

La primera lectura, del libro de Jonás, cuya misión es ejercida en Nínive, ciudad vana y desentendida de Dios y de los valores fundamentales de la vida, símbolo de la superficialidad, del hedonismo, del consumismo y de la ligereza en materia de costumbres: “Se levantó Jonás y fue a Nínive, como le mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Jonás se fue adentrando en la ciudad y caminó un día entero pregonando: dentro de cuarenta días Nínive será arrasada!”[12]. Este profeta, inicialmente lento en su respuesta a Dios porque temía confrontar a la población mundana de la ciudad, se sorprende con el movimiento de conversión que se suscita a raíz de su predicación: “Los ninivitas creyeron en Dios, organizaron un ayuno y grandes y pequeños se vistieron de saco. El anuncio llegó hasta el rey de Nínive, que se bajó del trono, se quitó su manto, se cubrió de saco y se sentó en la ceniza”[13].

La llamada a la conversión es un rasgo típico del ministerio de los profetas, lenguaje que no resultaría extraño a los oyentes de Jesús, y que se hace más completa con el “creer en la Buena Noticia”[14], que viene a descubrir un horizonte de sentido que se pretende salvador y liberador para esta multitud de personas maltratadas por la pobreza, por las humillaciones del imperio romano, por el desprecio de sus sacerdotes y maestros.

Para trabajar en la pedagogía del reino, Jesús requiere compañeros en la misión, por eso el relato de Marcos destaca el llamamiento de unos discípulos, a quienes invita para que hagan parte de esta iniciativa. No los busca en Jerusalén, entre los discípulos de los rabinos y de los ilustrados, va a los pescadores, al medio popular, y allí convoca: “Caminando junto al lado de Galilea, vió a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: vengan conmigo y los haré pescadores de hombres. Inmediatamente, dejando las redes, le siguieron”[15]. Notable la disponibilidad de estos jóvenes galileos que con gran generosidad aceptan el llamado y se van tras Jesús a emprender esta apasionante aventura de sembrar las semillas de un nuevo orden de dignidad y de vitalidad en nombre del Padre Dios.

¿Cómo son nuestras actitudes ante las llamadas que Dios nos hace en las experiencias de la vida? ¿Inventamos argumentos para resistirnos, mecanismos de justificación, evasiones aparentemente razonables? ¿Nos cerramos a las evidentes señales de cercanía del reino para negarnos a la invitación que Jesús nos formula en términos de una vida más auténtica, desposeída de grandezas y seriamente entregada a trabajar por la justicia, por la dignidad humana, por el sentido liberador de la existencia? ¿Cuáles son los grandes impedimentos que frenan  en nosotros la atención a esta invitación?

La cercanía del reino[16] es el principio de una nueva etapa en la historia de la humanidad, en la que los valores determinantes serán la doble relación de filiación y fraternidad que se significa con plenitud en Jesús, el hijo y hermano por excelencia.  

Antonio José Sarmiento Nova, S.J.

 

[1] CASAS RAMIREZ, Juan Alberto La conversión como condición de posibilidad del seguimiento del Señor a partir del evangelio de Marcos. Publicado en revista Cuestiones Teológicas volumen 40 número 93 enero-junio 2013. 2013, páginas 127-146. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Este artículo es un excelente recurso para entender lo que significa conversión para Jesús, altamente recomendado.

[2] Marcos 1: 14

[3] JEREMIAS, Joachim. Abba: el mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1993. PAGAN, Samuel. Jesús de Nazareth: vida, enseñanza, significado. CLIE. Barcelona, 2012.

[4] NOLAN, Albert. Jesús, hoy: una espiritualidad de libertad radical. Sal Terrae. Santander, 2011. HORSLEY, Richard & SILBERMAN, Neil. La revolución del Reino: cómo Jesús y Pablo transformaron el mundo antiguo. Sal Terrae. Santander, 2005.

[5] SAULNIER, Cristian & ROLLAND, Bernard. Palestina en tiempos de Jesús. Verbo Divino. Estella, 1981.

[6] Juan 7: 52

[7] BRAVO GALLARDO, Carlos. El pueblo en tiempos de Jesús: la no-historia del pueblo (o el reverso de la historia. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1099/1/RLT-1985-006-C.pdf

[8] Marcos 1: 15

[9] NORATTO, José Alfredo. Apocalíptica y mesianismos: tras la interpretación del Apocalipsis de San Juan . En revista Theologica Xaveriana número 135. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología, 2000; páginas 337-352.

[10] MARTINEZ NUÑEZ, María Delia. Mesianismos y milenarismos en América latina: un diálogo entre contextos disímiles. Tesis de grado para optar al título de doctorado en estudios latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago de Chile, 2016. SCHAFFER, Heinrich. Protestantismo y crisis social en América Central. Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI. San José de Costa Rica, 1992. MARDONES, José María. Para comprender las nuevas formas de la religión. Verbo Divino. Estella, 1999.

[11] Marcos 1: 15

[12] Jonás 3: 3-4

[13] Jonás 3: 5-6

[14] Marcos 1: 15

[15] Marcos 1: 16-18

[16] CASTILLO, José  María. El reino de Dios: por la vida y la dignidad de los seres humanos. Desclée de Brower. Bilbao, 2000.