Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
Pero muchos los vieron irse y se dieron cuenta, y a pie se fueron corriendo de todos los pueblos y llegaron allá antes que ellos. Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas. (Marcos 6, 30- 34).
1. “Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”
El domingo pasado recordábamos cómo Jesús llamó a sus primeros doce discípulos y los hizo sus “apóstoles”, es decir sus enviados para proclamar la Buena Noticia. Ahora ellos regresan de su recorrido y, al contarle “lo que han hecho y enseñado”, Jesús los invita a “descansar un poco”. Necesitamos sentirnos activos y útiles, tanto para el sustento diario como para nuestra realización personal. Pero también hay que descansar.
Quienes trabajan en situaciones de responsabilidad en las que muchos dependen de ellos, no pocas veces tienen que atender a las continuas solicitudes que les llegan en tiempos previstos para el reposo. También muchas personas se ven obligadas a multiplicar sus esfuerzos, privándose del descanso para poder conseguir el sustento propio y de sus familias. Pero, por otra parte, no faltan los adictos al trabajo que desconocen la necesidad de descansar, negándose cualquier posibilidad de re-creación.
El descanso es necesario, y para que sea verdaderamente re-creativo, es decir renovador, supone y exige la búsqueda de espacios y tiempos tanto de silencio interior para rehacernos espiritualmente, como de encuentro y relación con las personas en ambientes constructivos de distensión y diálogo. ¿Existen estos espacios y tiempos en mi vida? ¿Qué factores me pueden estar impidiendo una satisfacción equilibrada de la necesidad de un descanso renovador? ¿Qué debo hacer al respecto?
2. Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos
El segundo tema del Evangelio de hoy es la compasión de Jesús por la gente. “Compasión” significa padecer-con el que sufre. En la lengua griega en la cual fueron redactados originalmente los cuatro Evangelios, el término empleado para referirse a que Jesús “se conmovió o sintió compasión” equivale a “se le revolvieron las tripas”, una imagen viva de lo que significa el amor de Dios hecho hombre para compartir con nosotros las situaciones dolorosas y acompañarnos en la búsqueda de solución a nuestros problemas.
Ahora bien, el Evangelio no sólo nos invita a reconocer el amor compasivo de Dios ofrecido personalmente por Jesucristo, sino también a sentir y actuar como Él lo hizo, especialmente en relación con las personas más necesitadas. Una de las causas más profundas de la situación de injusticia social y de violencia en que se encuentra nuestro país es la falta de compasión, la indiferencia que lleva a muchos a desentenderse de los problemas de los demás, encerrándose en el egoísmo.
Surgen por tanto otras preguntas para la revisión personal. ¿Cómo me afectan los problemas de los demás? ¿Siento compasión por los que sufren? ¿Me importan los demás, o me desentiendo de ellos y sólo pienso en mis propios intereses personales?
3. Andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas
El tercer tema del Evangelio de este domingo es la imagen del pastor como modelo de la misión encomendada por Jesús a sus apóstoles. Esta misma misión es la que los obispos, con el sucesor de Pedro a la cabeza -el Papa- y también de todos los que ejercemos distintos ministerios o servicios en la Iglesia de Cristo, estamos llamados a cumplir. Por eso a esta misión se le da el calificativo de “pastoral”.
La situación descrita por el Evangelio al referirse a la multitud que “andaba como ovejas sin pastor”, no es sólo de aquel tiempo. Es de todas las épocas y se había dado, por ejemplo, en tiempos del profeta Jeremías, quien predicó en Jerusalén unos 650 años antes de Cristo. “Ay de los pastores que dejan que se pierdan y dispersen las ovejas de mi rebaño…”, dice en la primera lectura de este domingo aquel profeta, refiriéndose a los reyes descendientes de David que habían promovido no sólo la idolatría, sino también la corrupción y la injusticia social en el pueblo de Dios (Jeremías 23, 1-6).
Nosotros podemos aplicar esta denuncia profética también al nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia, iniciado por Jesucristo como una comunidad que supera la antigua división entre judíos y gentiles o paganos en virtud de la reconciliación que Él mismo hizo posible gracias a su sacrificio redentor, y a la que se refiere el apóstol san Pablo en la segunda lectura de hoy (Efesios 2, 13-18). Jesús es nuestro Buen Pastor al que, como Dios hecho hombre, puede aplicársele en todo su sentido el Salmo 23 -el salmo responsorial de la Misa de este domingo-, y para que sintamos su presencia quiso contar con colaboradores que continuaran después de su muerte y resurrección la misión pastoral que recibió de su Padre celestial.
Sin embargo, hoy también podemos decir con el evangelista que mucha gente anda “como ovejas sin pastor”, no sólo porque escasean los sacerdotes, sino también por la falta de fidelidad y entrega de quienes no cumplen debidamente con su misión pastoral. Pidamos, pues, a la luz del Evangelio de este domingo, por las vocaciones sacerdotales y por todos los agentes de pastoral en la Iglesia, para que las personas y comunidades que les han sido encomendadas se sientan espiritualmente orientadas y confortadas por ellos, con una actitud de compasión y de misericordia semejante a la del Buen Pastor, Jesucristo nuestro Señor.