Junio 30, 2019: El mensaje del domingo

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Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: -Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo y acabe con ellos? Pero Jesús se volvió y los reprendió. Luego se fueron a otra aldea.

Mientras iban de camino, un hombre le dijo a Jesús: -Señor, deseo seguirte a dondequiera que vayas. Jesús le contestó: -Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza. Jesús le dijo a otro: -Sígueme. Pero él respondió: -Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. Jesús le contestó: -Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve y anuncia el reino de Dios. Otro le dijo: -Señor, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de los de mi casa. Jesús le contestó: -El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios. (Lucas 9, 51-62).
El Evangelio nos propone hoy tres condiciones indispensables para seguir a Jesús. Analicémoslas teniendo en cuenta también las otras lecturas [1 Reyes 19, 16-21; Salmo 16 (15); Gálatas 5, 1.13-18].

1. “¿Quieres que ordenemos que baje fuego del cielo y acabe con ellos?”

La primera condición indispensable para seguir de verdad a Jesús es la tolerancia, opuesta diametralmente al fanatismo. El relato del Evangelio nos presenta a Jesús caminando con sus discípulos de norte a sur, desde Cafarnaum en Galilea hacia Jerusalén, capital de Judea. Para llegar a esta ciudad tenían que pasar por Samaría, cuyos pobladores, los samaritanos, eran enemigos de los judíos.

La reacción de Santiago y Juan, apodados hijos del trueno por su temperamento impulsivo y por querer que cayera un rayo sobre los samaritanos que no habían querido recibir a Jesús, es la propia de los fanáticos, que consideran que su causa tiene que triunfar mediante la eliminación de sus opositores. Esta actitud intransigente e intolerante, que tiene mucho en común con las posiciones políticas extremas -sean de izquierda o de derecha-, existe en todos los grupos sectarios que se consideran a sí mismos como los buenos, y conciben a Dios como un juez castigador y destructor de aquellos a quienes consideran malos y pecadores.

La actitud de Jesús, que con su ejemplo nos revela la infinita misericordia de Dios, es totalmente contraria al fanatismo, por esencia incompasivo. Poco a poco sus discípulos irían entendiendo esto hasta superar las actitudes intolerantes, gracias a la acción del Espíritu Santo.
Revisemos entonces cuál es nuestra posición, y saquemos nuestras propias conclusiones si de verdad queremos ser coherentes con la opción de ser auténticos seguidores de Jesús. ¿Aceptamos la diferencia de pensamientos y opiniones? ¿O somos intransigentes por creernos los “buenos” y consideramos “malos” a quienes no piensan como nosotros?

2. “El Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”

Una segunda condición del seguimiento de Jesús es el desapego, consistente en la disposición a vivir desinstalados. Ser discípulo de Cristo exige no apegarse a las comodidades materiales y tener la fortaleza necesaria para asumir las dificultades y los sacrificios que implica cumplir la voluntad de Dios, que es voluntad de amor mostrada más en las obras que en las palabras. Esta disposición va en contra de la tentación del facilismo, tan característica de la mentalidad de quienes quieren el éxito sin esfuerzo, el dinero sin trabajo, y se aferran a los placeres materiales propios de una existencia esclavizada por los dictámenes de la sociedad de consumo.

El verdadero seguidor de Jesús, por el contrario, es un ser libre de la esclavitud del egoísmo que impide realizar la ley del amor, tal como nos lo dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura: “Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud. Ustedes han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos, sino sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo mandato: "Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5, 1. 13-14).

Preguntémonos entonces: ¿Tengo la disposición de asumir el esfuerzo que implica seguir a Jesús, con la libertad propia de quien no se deja atar por los apegos o afectos desordenados? ¿Cuáles son en mi caso esos apegos, esos afectos que me impiden seguir libremente a Jesucristo, y por lo mismo me impiden amar de verdad?

3. “El que empuña el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios”

La tercera condición es la perseverancia en el camino emprendido. En contraste con lo que cuenta el relato de la primera lectura refiriéndose a la vocación profética de Eliseo, quien antes de seguir como discípulo al profeta Elías le pidió que lo dejara ir a despedirse de sus padres y éste se lo permitió (1 Reyes 19, 16b.19-21), a primera vista parece desconsiderado lo que le dice Jesús a quien le pide ir primero a enterrar a su padre, o al otro que quiere ir a despedirse de su familia.

Pero lo que Él propone es la radicalidad que implica la decisión de seguirlo: Él está por encima de todo, incluso de la propia familia, a la cual podría estar uno tan apegado que los lazos de parentesco le impidan seguirlo con una disponibilidad total. Esto es especialmente explicable en el contexto en el que fueron escritos los primeros evangelios -como el de Lucas-, entre los años 64 y 80 d. C., cuando los cristianos eran perseguidos y podían tener en sus propias familias posibles opositores y delatores ante las autoridades del imperio romano, que amenazaban con impedirles perseverar en el camino de la fe.

La imagen del arado es muy significativa. Cada uno de nosotros está llamado a colaborar en la tarea de preparar el terreno de la propia vida para la siembra de la semilla del reino de Dios. ¿Estamos haciendo la tarea con tenacidad, a pesar de las dificultades?

Que el mismo Jesús, por la intercesión de María, su santísima madre y su discípula por excelencia, nos ayude con su Espíritu a cumplir las condiciones que Él mismo nos señala para ser sus auténticos seguidores.