Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 16-20). (...)
Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver. Y mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, dos hombres vestidos de blanco se aparecieron y les dijeron: “Galileos, ¿por qué se han quedado mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez... (Hechos de los Apóstoles 1, 9-11).
Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados (...) y cuán grande y sin límites es su poder (...) que es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero (Efesios 1, 18-21).
1. “Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso”
Las lecturas de este domingo [Hechos 1, 1-11; Salmo 47 (46); Efesios 1, 17-23; Mateo 28, 16-20], se relacionan con lo que decimos en el Credo: que Jesucristo, después de haber resucitado, “subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre”.
Hay que entender en un sentido espiritual lo que expresa esta fórmula. No describe la subida física y espectacular a las alturas de un superhéroe como los de las historietas, el cine y la televisión. Se refiere a un misterio que consiste en la exaltación o glorificación de Jesucristo, quien como nos dice san Pablo en su Carta a los primeros cristianos de Éfeso, después de haber descendido a la condición de los muertos fue resucitado por Dios Padre para hacerlo en su naturaleza humana plenamente partícipe de la gloria divina.
Y esto es precisamente lo que significa que Él, al haber sido glorificado en su humanidad por Dios Padre, “está sentado a su derecha en el cielo”. No quiere esto decir que esté físicamente así, sino que se trata de una imagen simbólica tomada de la costumbre que en aquella época tenían los reyes de hacer subir y situar junto a su trono a quien se había distinguido por el cumplimiento cabal de la misión que le había sido encomendada.
2. “¿Qué hacen ustedes ahí plantados mirando al cielo?”
Esta pregunta dirigida a los apóstoles al final del relato de la Ascensión, se dirige hoy también a nosotros, para que no nos quedemos plantados en una religiosidad estática que nos deje mirando para arriba sin tomar conciencia de los problemas de la tierra.
Se trata de una invitación también a todos y cada uno de nosotros, para que nos pongamos en marcha, con los pies en la tierra, dispuestos a seguir el camino que el mismo Jesús nos ha mostrado con su ejemplo y su vida, y por lo mismo a colaborar activamente en la misión que Cristo resucitado le ha encomendado a su Iglesia: dar testimonio de Él “hasta en las partes más lejanas de la tierra” (Hechos 1, 8).
Es así como nos preparamos para participar con Él en la gloria eterna del gozo sin fin que llamamos “el cielo”, que no es un lugar físico sino un estado de felicidad plena al que Él mismo nos invita y que constituye la meta de nuestra esperanza.
3. Otros temas de esta semana:
También este domingo, que es el inmediatamente anterior a la fiesta de Pentecostés, celebra la Iglesia la 48a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, establecida por el Concilio Vaticano II. Cada año la Santa Sede señala para esta Jornada un tema, desarrollado en un breve mensaje. Para este 2014, el tema es “La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro”. En algunos de los apartes de este mensaje -cuyo texto completo podemos encontrar en Google-, dice el Papa Francisco:
“Los medios de comunicación pueden ayudarnos en esta tarea, especialmente hoy, cuando las redes de la comunicación humana han alcanzado niveles de desarrollo inauditos. En particular, Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios”. “Sin embargo, también existen aspectos problemáticos: la velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo. La variedad de las opiniones expresadas puede ser percibida como una riqueza, pero también es posible encerrarse en una esfera hecha de informaciones que sólo correspondan a nuestras expectativas e ideas, o incluso a determinados intereses políticos y económicos. El mundo de la comunicación puede ayudarnos a crecer o, por el contrario, a desorientarnos. El deseo de conexión digital puede terminar por aislarnos de nuestro prójimo, de las personas que tenemos al lado. Sin olvidar que quienes no acceden a estos medios de comunicación social –por tantos motivos–, corren el riesgo de quedar excluidos”.
“Lo repito a menudo: entre una Iglesia accidentada por salir a la calle y una Iglesia enferma de autorreferencialidad, prefiero sin duda la primera. Y las calles del mundo son el lugar donde la gente vive, donde es accesible efectiva y afectivamente. Entre estas calles también se encuentran las digitales, pobladas de humanidad, a menudo herida: hombres y mujeres que buscan una salvación o una esperanza. Gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar hasta los confines de la tierra (Hechos 1,8)”.
Finalmente, en la semana de oración por la unidad de los cristianos que comienza hoy y culmina el próximo domingo con la solemnidad de Pentecostés -la gran fiesta de la comunicación humana lograda por el Espíritu de Dios que hace posible el entendimiento entre las distintas lenguas y culturas gracias al lenguaje del amor-, oremos también con el Papa Francisco y con toda la Iglesia por la unión de todos los que creemos en Jesucristo.